Se trata de la fiesta religiosa que se celebra
el primer domingo de Octubre (fiesta grande) y también el 8 de Diciembre (fiesta
chica), donde se calcula
que unas cincuenta mil personas peregrinan hacia el santuario de la Virgen Del Rosario de las Peñas ubicada en la quebrada de Livilcar a unos 95 kilómetros hacia el interior de Arica, a
1.300 metros de altura.
La peculiaridad de la romería al Santuario de la Virgen de las Peñas es que el acceso hacia este lugar es posible sólo a
través de una caminata o a lomo de un animal, en que hay que sortear ríos,
cerros y caminos pedregosos, lo que se conoce como La Ruta de la Fe.
El
santuario dista a unos 80 kilómetros de Arica, de los cuales 60 se hacen en
vehículo y los restantes a pie, en mula o a caballo. Algunos realizan el trayecto a pie desde Arica;
esta opción la pueden realizar los más jóvenes.
Fiesta:
Cada año durante el primer domingo de octubre miles de peregrinos de Chile
y Perú se internan por el Valle de Azapa para realizar una de las
peregrinaciones más extremas a un santuario mariano. Vadeando el lecho del río
San José deben recorrer 20 km. a pie o a lomo de mula para llegar al pequeño
poblado de Livilcar, en el que veneran la pequeña imagen de la Virgen del
Rosario tallada en la roca. También llegan numerosas cofradías de bailes
religiosos tanto de Arica como de Tacna, algunas muy antiguas, que vienen a
cumplir su manda de danzar a la Virgen en su Santuario.
Leyendas:
Existen por lo menos dos leyendas referentes al origen del culto de la Virgen
de las Peñas en Livilcar (no existen registros escritos).
La más popularizada cuenta:
-En un pequeño pueblo de Carangas (Bolivia, Altiplano, colindante con Arica) se
celebraba la fiesta de la Virgen del Rosario, el alférez que estaba a cargo de
la fiesta - era pobre- causó el desprecio de un hombre que era rico y
orgulloso. Al final de la fiesta ese hombre pidió el estandarte (símbolo
de apropiación) para el año siguiente, y con el fin de humillar al alférez
dijo, que él iba a hacer la fiesta como debía hacerse.
Al año siguiente, arregló la Iglesia con muchas
flores y velas, tanto como nunca se había visto, y se puso junto a otros a
tomar bastante. Pero la iglesia se incendió, y la imagen de la Virgen desapareció. Unos
pastores que llegaban atrasados a la fiesta, encontraron en el camino del
pueblo a una señora desconocida. Le preguntaron si no iba a la fiesta y ella
respondió: "Voy a otro lugar, donde me adoran más",
y de pronto se convirtió en una paloma blanca que
voló al oeste.
Justo en ese tiempo había un gobernador malo en Humagata (pueblo ahora
abandonado, a poca distancia del Santuario de Las Peñas, situado en la misma quebrada).
Un día enfermó su esposa y mandó a llamar un curandero para mejorarla, pero la
señora murió entonces acusó al curandero de ser brujo y lo condenó a morir
quemado en una hoguera.
El curandero que era hombre bueno,
lloró mucho y fue a buscar leña. Así llegó llorando frente a las rocas de
Livilcar y vio llegar una paloma blanca, que se posó a descansar contra la peña. Era la
paloma que vino de Carangas. Llamó la atención del curandero, porque era muy
bonita. Quería tomarla y llevarla al gobernador para pedirle compasión, pero
justo en ese momento desapareció, y en la roca quedó grabada una Virgen.
El curandero se asustó mucho, corrió y le contó gobernador lo que le había
pasado, pero este no quiso creerle y después dijo: “Si mientes, te voy a quemar
vivo allá mismo". Fueron y comprobó que era así. Reconoció que el
curandero no era brujo y lo perdonó. Fueron a avisar al cura de Humagata, y
éste lo comprobó también y avisó a los Padres Franciscanos de Codpa. Los
Padres fueron y quisieron sacar a la Virgen con cinceles de la roca, con piedra
y todo; querían llevársela al templo, porque era muy bonita, pero no pudieron
porque la roca era muy dura.
Esa noche el cura sufrió gran dolor de cabeza y escuchó una voz que dijo: "Sufres mucho. Yo también sufro con los golpes
que me dan". Cuando despertó el cura ordenó que se
parara el trabajo y que la gente fuera a adorar a la Virgen allá mismo, en Las
Peñas, porque reconoció que era milagrosa.
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